Al norte del país de las luciérnagas…
Salta, mi querida Salta, la que veo, la que admiro por su cielo, empapado de colores de la tierra. Sus escalones verdes para tocar el infinito azul, el final y el fin. Salta, lugar de la música que nos conecta con la libertad, la movilidad de los huesos, plazas de peñas, de amigos de mates, de Chalchaleros, de historia, geografía, de pájaros y hombres, muy cerca de tocar el cielo.
En el cerro fue, donde se encontraron estas tres diferentes mujeres. Tenían que conocer la imagen, ahí en el cielo, entre las alturas, tanto se lo habían contado que, ahora eran ellas las que lo iban a contar. Fueron como vuelos en el espacio, desmayos de emoción al sentirse tocadas, al sentir el perfume de la virgen.
Desde Salta, en Salta y para todo el mundo. Las tres, motivadas por cosas distintas, pero a su vez con algún dolor en común propio o ajeno, pero lo vivían de esa manera: Profunda.
Allí se entrecruzaron los corazones, entre sus yemas, entre sus codos. Sus carteras viajaron repletas de ilusión. Al igual que la valija y la mochila blanca. Esto las uniría para siempre, por siempre.
Desde mi puesto de recuerdos de la virgen pude observar sus caras, su alivio, su tensión su admiración, su llanto, su devoción. Esa tarde de cielo muy naranja, al caer el sol, luego de orar y compartir con esa humilde servidora de DIOS que recibe los mensajes y transmite su energía. Cada una, tuvo su momento memorable. En diferente intensidad y forma. Estas cosas se viven de manera única, irrepetible, inernarrable o de relato ambiguo… en el que el oyente, indefectiblemente carga de subjetividad lo que escucha y hace su propia interpretación.
Dentro de la inmensidad de visitantes, estas mujeres se destacaban. La más rubia y elegante, Cassandra, con su postura corporal casi perfecta, totalmente alineada. Se movía con seguridad y gracia. Era delgada, era muy linda; su pequeño hijo también. Un rubio, y “robusto” con vozarrón de alegría.
Otra mujer, muy interesante, morena, alta, flaca, era Corine. Bajaba callada, a paso lento pero firme, con dos niñas que parecían flores, por su alegría y colorido. Le revoloteaban alrededor como mariposas.
Y la última mujer, más pequeña y desestructurada, pero armoniosa, alegre y desenvuelta, era Callu. También venía con un su hijo de no más de 5 años. Qué corría como si recién comenzara la jornada.
Todas pararon a refrescarse y se sentaron bajo un mistol. (árbol del norte, de los lugares desiertos, que da buena sombra y tiene un fruto comestible) Ya mermaba la luz, y se veían las luciérnagas….un maravillosos espectáculo! Fue la primera situación en la que entrecruzaron miradas, sin decir una palabra, estaban muy cansadas. Ahí, en ese rincón es donde las tres mujeres, comenzarían a transitar la vida desde otro lugar, desde la imagen casi con vida de la virgen de la esperanza, del cielo, a la tierra…
A la noche, se volvieron a encontrar en la posada, la única del lugar…. Allí en la casa colonial, descuidada y con polvo, con baño compartido, muebles de estilo, un tanto deteriorados, hubo cruces en la ducha, en el restaurant, el pequeño motel estaba colmado de gente. Y ellas tres se identificaron en cierta forma, sentían que tenían algo en común.
Sin embargo fue después de la cena, cuando comenzó todo…
Cada una se fue con sus niños, a descansar a la habitación.
A menos de una hora, un ensordecedor ruido a disparo, y un terrible grito de dolor, provocó la rápida reacción de todas ellas.
Corrieron por la galería hasta la recepción, viendo al conserje desangrarse rápidamente sobre el escritorio.
Cassandra abrió la puerta vaivén que daba a la calle y que aún se movía. Quién hubiera disparado estaba a metros de ahí… Ella no titubeó, salió a ver quién era…. Pero no vio nada. Caminó sin temor, corrió y gritó para ver si salía algún vecino….
Corine llamó al 911, mientras Calu lo tomaba entre sus brazos con gran esfuerzo para ver dónde estaba herido y si podía hacer algo. Intentó calmarse y pensar qué haría su padre médico, sería un torniquete? No sabía en dónde ni como… solo brotaba sangre en gran cantidad…. Se sintió desolada e inútil. Decidió llamar a una ambulancia.
Nadie más llegó hasta pasados unos 5 minutos… tiempo largo… eterno… en el que las tres, sin decirse nada, pero con perfecta sincronización hicieron todo bastante bien.
Después de recibir ayuda profesional, llamaron a los huéspedes, hombres que no parecían más lúcidos que ellas. Buscaron el celular del conserje para llamar a sus contactos, a su casa.
Revisaron que los niños durmieran, una fue a ver a todos los cuartos. Curiosamente habían luciérnagas iluminándolos.
Cuando la ambulancia se marchó, sabían que era tarde… inútil, se estremecieron, sintieron bronca, impotencia, desolación. Fue un escalofrío y una desazón importante.
Cuando terminaron los operativos policiales se sentaron a fumar y tomar café. Y el diálogo fue sólo de cuentos terribles, anécdotas trágicas, traumáticas y experiencias vividas que las habían marcado mucho. Ni sabían sus nombres, hasta que el oficial las hizo firmar, declarar y les hizo preguntas de rigor… qué vieron, qué escucharon, etc… Las obligaron a permanecer en el pueblo 48 horas más.
Las tres se indignaron, protestaron y decidieron que se marcharían. Cada una su estilo, pero todas de acuerdo en que no podían legalmente retenerlas.
De todos modos fue en vano, a la mañana siguiente un patrullero vigilaba la puerta del lugar. El intendente del pequeño pueblo pasó a ver con sus propios ojos, lo sucedido, y a hablar con ellas pidiéndoles paciencia y colaboración.
Lo curioso era que los demás huéspedes, ya se habían ido o estaban empacando para partir.
Sólo ellas debían quedarse…
Los niños ya eran amigos, para ese entonces, íntimos, jugaban con total libertad, y sin control por todos los cuartos, inspeccionando y revolviendo todo!
Las tres mujeres se miraron, y luego se echaron a reir y reir y reir.
Un viaje de agradecimiento o de reencuentro con la fé,
terminaba con ellas implicadas en un horrendo asesinato de un joven.
La historia de la investigación resultó compleja. El jefe de policía y la comunidad entera lloraban por este joven. Nadie podía explicar lo sucedido.
Las 3 mujeres se sentían desencajadas en el lugar y en el tiempo, pero confortablemente unidas en esta bizarra novela de acción.
Se dieron contención, cariño, llantos, risas, mucha conexión.
Consternadas y colaborativas, fueron a prestar declaración, hablar con cuánto jerarca había en el pueblo y decidieron que debían regresar a sus hogares. Pero no las dejaron.
Pasaron casi 11 noches en ese mismo lugar, sin temor, sin aprehensión, pero sin lujos, con resignación … porque no estaba muy limpio ni con muchas provisiones.
Cassandra hacía y recibía mil llamados por hora, organizaba grandes temas desde su celular.
Corine sólo debió explicarle largamente a su madre que lo que pasaba era cierto… que podía verificarlo en el diario local o en internet.
Y Callu mandaba mensajes de texto…. muchos, muchísimos…. demasiados.
Los chicos no podían estar mejor!
El jefe del departamento de policía les indicó que eran testigos clave y las necesitaría cerca. Allí fue dónde Cassandra se desencajó: “Nosotras nos marchamos hoy, todas juntas por la tarde, Ud. sabrá cómo citarnos por las vías de la justicia y responderemos con responsabilidad y compromiso, pero saque al patrullero de la puerta porque ya me cansé de que me hagan espionaje, no somos acusadas, somos testigos, por favor retírelo ahora!” Su autoridad era tal que persuadía a cualquiera, más a éste, prototipo de los jefes de policía de esos pueblos. Quién por supuesto procedió a obedecer, entre embobado y asustado.
Otra vez las tres se miraron y soltaron una carcajada. Cómplices del S.O.S. sin suerte, cómplices de esa extraña convivencia que irìa a cambiar sus vidas. Y se rieron y rieron…
Lau que escribe y Talentosa [Marina Ibarlucea]